martes, 31 de diciembre de 2013

Mi carta a los Reyes Magos




Queridos Reyes Magos.

Ya sabéis quien me ha encargado que os escriba su carta, ella no es mucho de escribir. Este año sólo os va a pedir una cosa, pero lo cierto es que es muy importante. Así es que aquí estoy con una musiquita de fondo que me pueda inspirar y los pocos bombones que me quedan de aquellos tan buenos que me regalaron mis amigas. La ocasión lo merece todo y este encargo lo tengo que hacer muy bien.

Veréis, como es tan importante, hemos estado un rato hablando sobre ello. Un novio, mi amiga lo que quiere para el 2014 es un novio, pero no un novio cualquiera. Tiene que ser algo muy especial. Ella lo es y como mujer sensible que es, merece algo exquisito. Hemos hablado sobre cómo le gustaría el aspecto de aquel que podría pasar el resto de sus días en su compañía y la verdad es que tampoco se ha mostrado muy exigente. Solo pide que sea un hombre que se sepa cuidar, por dentro y por fuera; que no sea demasiado alto, ella no lo es, ni demasiado bajo; los ojos irían bien en un tono claro, aunque unos ojos negros también le harían perder el sentido. El cabello… oscuro, ligeramente largo y con alguna onda, de esos que parece que salen de la ducha a cualquier hora del día, ordenadamente desordenados. Le gustan los hombres con manos grandes y fuertes, de esas que saben acariciar; labios carnosos, de esos que saben besar y susurrar todo aquello que una mujer quiere escuchar de su enamorado; mirada profunda, que lo dice todo, que lo calla todo.

Pero lo que más le gustaría sería un hombre que la sepa respetar, cuidar, amar. Un compañero que sepa estar a su lado y no le permita sentirse sola nunca más. Un hombre que se ilusione por sus ilusiones, que la despierte cada mañana como si se acabara de enamorar de ella, como si fuese el primer día del resto de sus vidas. Un hombre con el que pueda desear un proyecto de futuro compartido.

Cuando hemos terminado de perfilar al hombre que ella desearía, mi amiga me ha preguntado, poco asustada,  si yo creía que le gustaría ese hombre cuando llegara a su vida…

Por todo esto hemos tomado una seria decisión. Queridos Reyes Magos, mi amiga ha decidido pediros una carta PANTHONE, de esas que se utilizan para elegir colores, no vaya a ser que os toméis todas las molestias para hacer el casting de selección de personal y luego el príncipe azul que le llegue no sea del tono exacto de azul que ella deseó.

Y para mí…

El 2013 acaba y eso ya está bien. No ha sido bueno, tampoco tan malo. Dentro de lo  malo (que intentaré olvidar durante el 2014) he tenido cosas inmejorables. Ha llegado a mi vida gente buena, que me quiere y me aprecia; que me acompaña y se preocupa por mí. A los que quiero, a cada uno dentro de mis posibilidades. Para ellos, sobre todo para los que yo no puedo hacer felices, os pido que les traigáis sacos y sacos de felicidad y alegría, de risas y momentos especiales.

Y para mí…

El 2013 se despide con algo que nunca imaginé: un instante de felicidad de mis padres, especialmente de mi padre, una felicidad sin concesiones. Para ellos os pido calidad de vida para lo que les quede y felicidad, aunque sea así, en pequeños momentos.

Y para mí…

El 2013 ha hecho de mi hijo un pequeño hombrecito feliz. Os pido para él que le respetéis esa felicidad, lo es todo.

Y para mí… Solo deseo estar en paz conmigo misma.

 

Gracias por todo Majestades. Sé que como Magos que sois haréis todo lo que esté en vuestras manos para cumplir nuestros deseos, los de mi amiga y los míos.

Os quiero

B7s

domingo, 10 de noviembre de 2013

FIN


Te encontré sentado, con tu alma en el abismo, viendo desde la altura como el río de la vida avanza aplastando los diques que, obstinadamente, construyes. Me afané en construir sin haber deconstruido, sin haber sentado las bases, sin haber llegado a mi esencia pura. Y edifiqué mi alma en la incertidumbre, me invadió la prisa.... Ese dolor oscuro, casi negro, afilado y cortante como el acero; tardaría muy poco en hacerme sucumbir

Me senté junto a ti, con los pies balanceándose ante lo implacable, y así tu mano, pensando en dejar que me arrastrase la corriente vital en tu compañía.

¿Saltar contigo o quedarme para verte volar cruzando los aires? Soy de butacas o de movimientos? ¿Tengo alas o sólo las sueño? Es este un momento interesante.

Ojos que se cierran, recogiendo los jirones de mi orgullo. El viento en el rostro, el cabello alborotado, el cuerpo leve... ¿He saltado? ¿Vuelo? O solo sueño...

Sueño que salto y vuelo.

Cabellos

                                al

                                                  viento,

                                                                                                                                                                    frio

                                                                                                                                                      en

                                                                                                                                         la

                                                                                                                       piel.

 

Mi corazón se estremece al tomar conciencia de la situación... cayendo en el abismo de tus besos estoy, en el vacío de tus silencios me precipito. ¿Voy a despertar o es esto real? Sé que sueño para perderme en tus brazos. Sé que llega el momento de abrir mis ojos a esta realidad.

No me dejes caer. Sujeta mi risa, mi alegría mis ganas de vivir.

Remonto el vuelo con el empuje de tu mirada, elevándome hasta el Sol, que me reconforta ofreciendo calor y bienestar. No es el fuego del Sol el que quema mi alma, sino tus ojos, que invitan a perderme en ellos y dejar de sentir todo cuanto me rodea.

Pero el viento me aleja... el tono de tu voz es apenas un recuerdo, un susurro casi mudo en la distancia...

Tus ojos dulces ya no penetran mi alma. ¡No quieren mirarme! Yo, ya no soy yo. A lo lejos, la veo acercarse. ¡Viene furiosa hacia mí! Yo lo sé y la espero ansiosa. Abro mi alma y la Bestia me invade, intensa, soberbia, implacable.

Tengo la piel en llamas, la mirada encendida. ¡No hay piedad en mi corazón! Me siento inmensamente oscura, destructora... al fin ¡Despertó la guerrera!

 

He tomado la decisión. Ha sido fácil, rápido y ya estoy cayendo, ahora sí, ahora de verdad y sé que tus alas blancas, mullidas y cálidas no vendrán a salvarme. Ahora ya no sueño, ya no vuelo, solo caigo al vacío, me precipito a mi final tan deseado.

Finalizó mi tiempo. Ya no habrá un mañana.

domingo, 27 de octubre de 2013

Alada

 Mi mente llena de ti echa a volar...

Qué le voy a hacer si te echo de menos.
Enredado en mi pelo,
perdido en mis ojos,
en el fondo de mis bolsillos...

Me faltas.

Derritiendo mi cuello
presa de tus versos,
de susurros perversos
que desatan deseos.


 
 

domingo, 20 de octubre de 2013

5 minutos (comer en tu mano)


 

Cuando la vida me lleva dando tumbos, araño cinco minutos al tiempo que nos separa. Llega el instante en el que con los pies anclados al suelo, cierro mis ojos y  solo veo tu rostro. Tu nombre llega a mis labios, como mantra  ideado para calmarme. Pero ese no es el efecto. Mi corazón se vuelca en un suspiro desgarrando las fibras del amor. Paso del ying al yang con la velocidad del sonido

Te deseo

Te temo

Te sueño

Me alejo, te alejo

Te libero, me suelto

 

Quiero abrir mis ventanas a tu sueño, que tus manos me atrapen, tus brazos me recojan y me calmen. Quiero sentir tu mitad abierta a la mía, completando el espacio que me falta. Deseo notar como me deslumbra tu luz, tu calma, tu constancia, tu empeño…


Donde puse esa fina línea que separa lo real de lo irreal...

Dónde tienes tu norte…

Y dónde quedaron mi soledad y mis deseos de paz.

 
Cuando me caigo en el abismo de los recuerdos, me emborracho con cicuta asesina. Me suicido con la presencia borrosa del que pudo ser y no sé...

jueves, 29 de agosto de 2013

40



Tuvieron que pasar 40 años, para que llegara a su vida aquel instante. Él la enamoraba con cada palabra, con cada mirada, con cada silencio, cada sonrisa que apenas curvaba el fino horizonte de sus labios. En aquel momento comenzó el aprendizaje en la escuela en la que cada uno fue instruido maestro y aplicado alumno.  Lecciones de atención, talleres de escucha, de comprensión. Master en comunicación, buscando esa palabra que defina exactamente lo que se desea expresar. Sin prisa, sin pausa, amando lentamente, aprovechando cada segundo para que el tiempo no se acabe, no los separe hasta… hasta cuándo tendrían que esperar…
Tuvieron que pasar 40 días para que su sueño se hiciera realidad. Un mundo de sueños al alcance de los dedos. Palabras vertidas directamente desde los labios, dedos que rozan la piel, sin el filtro de la distancia. Miradas que chocan y penetran con fuerza. Confesiones que jamás serán superadas por millones de te quiero.
Tuvieron que pasar 40 años para que él llegara a sentarse a su lado cada mañana, sobre la fría lápida apenas caldeada por el sol. 40 minutos cada mañana dedicados a recordar los 40 últimos años en los que fueron felices.

domingo, 25 de agosto de 2013

Sonreír

Cuando me sonríes
Todo se ilumina
De norte a sur
De tus ojos a mis labios…
Hazlo otra vez

La caida (miedo)

Subo, subo, subo…
Espera, me estoy cansando
Respiro, respiro, respiro…
Cuidado… ¡Me caigoooo!!!!


Subo, subo, subo… más arriba…
¡Sabía que estabas aquí!

Espera...
¿o no eres tú?...
Las palabras mienten,
los sentidos se colapsan.
Tus versos arrancan
lo que luego me falta…
me dueles, como explicarte…

Una más
con la que soñar
con la que suspirar
con la que soplar…
y con esta van…

Me caigo… ¡Me caigo!
confusión,
sin más.

sábado, 24 de agosto de 2013

Anhelantes




Me persiguen, me acosan, me acechan, no puedo dar un paso sin encontrarme con ellos. ¿Qué quieren?, ¿qué persiguen?, ¿qué ven en mí que todos me anhelan?
Si camino con prisa, a la vuelta de la esquina me encuentro a uno de ellos, que con mirada bobalicona suspira por mis huesitos. Si mi ruta es una carrera a pié, allí están. Me adelantan, se dejan adelantar, me observan deseosos… Y si duermo, soñando contigo, envuelta en mi deseo, arropada por tus recuerdos, llegan en tropel… putos mosquitos.

jueves, 22 de agosto de 2013

SIEMPRE & NUNCA (dos palabras irreales)

Siempre & Nunca (Dos palabras irreales)

Todo cambia cuando apareces al otro lado del círculo
¿Siempre has estado aunque nunca lo supe antes?

Nunca me cansaría de mirarte, ni de mecerme en tus versos
Soplados desde tu alma, en canal directo a mi piel
Que erizas
Que alcanzas
en tremenda caricia
En vuelo rasante
desde tus labios a mi cuello
Desde tus dedos a mis neuronas
Desde tus ojos al valle de mi espalda

Siempre pensé que esto era un sueño
Hasta que llegaste
Soplaste
….
Entonces, abrí mis ojos y estabas allí
Al otro lado del círculo

viernes, 9 de agosto de 2013

Placeres

Los pequeños placeres hacen que un día se convierta en especial.
Una sonrisa desinteresada, un abrazo sincero
Ese beso inesperado que derrite por dentro.
Un silencio medido… uno, dos, tres, cuatro…
Tu aliento que sopla adentro
Más adentro…
Adentro…

Mar adentro
Flotando en tus ojos incansables
Remando en tus versos insaciables
Tus dedos
Tus labios…
Qué no haría yo por mantener tus puertas abiertas

martes, 6 de agosto de 2013

Cuando una puerta se cierra...

Un mar de puertas
Abriendo…
Cerrando…
Abriendo…
Dejando atrás el maldito fin del mundo
De su mundo
Del nuestro

Todo comienza cuando una puerta se cierra
Uno… dos… tres… cuatro…
Algo tiene que detener la corriente

jueves, 1 de agosto de 2013

Y si...



Y si liberara mis palabras
Y si soltara mis sueños
Y si volara mi alma
Y si…

Labios + dedo…
Silencio     sssssshhhhh…


Soplo…

Aroma a jueves II







Por qué olía distinto si era jueves, si brillaba el sol, si soplaba una suave brisa marina.
Aquel jueves llegó con aroma a clorofila, a tierra mojada por el agua juguetona que saltaba de las mangueras. La brisa mecía las sombras de los árboles, mientras el aroma de las flores nos emborrachaba. 
Pude percibir con certeza  la fragancia del jardín, del columpio imaginado, tal vez imaginario. Meciendo, adormeciendo, meciendo… amando.
Pude sentir el bálsamo dulce del almíbar que se derramaba sobre mi piel, sedienta de sueños hechos realidad.  Susurro de palabras que rozaban mis oídos, caricias que navegaban por mi cuello. Palabra que abandonó tus dedos con olor a melocotón, para salir de tus labios hecha susurro. Certera, precisa. Palabra.
Mientras evoco los aromas de aquel jueves me pregunto: ¿A qué huele el amor?

viernes, 26 de julio de 2013

Mi tesoro

Entró en el despacho saltándose todos los protocolos. Qué sabría él de lo que eran las normas y los tiempos. El mismo pequeño de la foto que andaba despistado, con esos ojillos que miraban todo desde la lejanía de la falta de comprensión. Luego llegó su-nuestro turno. Realmente era un bebé.

Hoy hace cinco maravillosos años desde aquella mañana en la que te estreché entre mis brazos por primera vez. Cuánto hemos aprendido desde entonces, hasta sabemos ser NOSOTROS.

jueves, 25 de julio de 2013

Mi bandera




Una vez más avanzo una hoja en mi calendario. 17 de mayo del 2013. Es el día. Llega el tiempo de cosechar frutos, vástagos de nuestro esfuerzo. Que bien que supe esperar y que durante el tiempo de  trabajo nunca olvidé lo importantes que son los ingresos positivos. Esos ingresos que enriquecen nuestra alma, mi alma. Y mientras seguía firme en mis principios, mientras la paciencia se iba consumiendo, nunca dejé de esforzarme por dar lo mejor de mí. Mi trabajo, mis relaciones. Para mi  familia, para los amigos, de esos, de los de verdad, de los que cuentan, los que suman y se suman. Siempre cuidando todo lo mejor que en cada momento puedo, tengo, sé.

Y dónde está mi bandera… ondeando, claro, como iba a ser si no. Durante mi camino la llevo en alto, danzando con la brisa, con el viento. Algunas veces azotada por la tormenta, el huracán. Es mi bandera de humildad. Esa que llevo mientras camino erguida, con la cabeza alta, sin dejarme aplastar por los que me miran desde lo alto, desde arriba… tan alto, tan lejos.

Desde mi lugar, pequeñita, humilde y serena sonrió al mundo y aprendo a ser feliz con lo que soy, con el trabajo bien hecho, con los ingresos positivos que enriquecen mi alma, mi ser.

Y tú, ¿perdiste tu bandera?

miércoles, 24 de julio de 2013

Los amantes distantes II


Como cada noche llegó puntual a su trabajo. Faltaban pocos minutos para que su reloj de pulsera marcara las diez. La centralita del hotel le esperaba para pasar la velada pegada el teléfono y a las comunicaciones internas de los clientes que solicitaban algún servicio. El empleado del turno de la tarde le hizo un breve resumen de cómo había ido la jornada. El calor era insoportable, incluso para la fecha en la que se encontraban, un cinco de agosto del tórrido verano del 2012. Santiago se despidió de Isis cuando terminó de relatarle las excentricidades del cliente de la 213, el nerviosismo de la anciana de la 401 y lo activo que había estado el teléfono durante toda la tarde. Los rezagados en reservar sus vacaciones se empeñaban en conseguir la mejor oferta para su estancia en el hotel. A estas alturas…

Isis dejó su bolsa en el armario, sacó su móvil en el que comenzó a seleccionar  la música que le acompañaría aquella noche en el Spotify. Conectó los pequeños altavoces al móvil y comenzó a sonar el ritmo sensual de Ashford & Simpson. Luego cogió el termo decorado con vivos colores y se sirvió su té favorito. El aroma a especias, menta y jengibre inundó la recepción. De pie, frente a la ventana desde la que tenía esas fantásticas vistas del jardín y la piscina, fue paladeando los primeros sorbos del exótico te. Su mirada se perdía en el horizonte lejano. Una línea definida que parecía querer ocultarse bajo las olas, tras la noche que ya estaba por cerrarse sobre el mar. Aquel era su día. Isis sabía que las primeras horas de trabajo de cualquier noche de verano eran agitadas. Ella también sabía que cuando llegaran las seis de la madrugada, todo parecía adormilarse, los clientes, el mar, el mismo hotel. Y cuando esa noche de verano era la del cinco de agosto, todo volvía a ocurrir. Se sentía nerviosa, impaciente, deseosa de que llegara la hora.

Todo transcurría con normalidad. A las doce cesaron las llamadas de los posibles clientes y los que ya estaban alojados en el hotel empezaron a regresar en cuentagotas, de sus cenas. Un tráfico de saludos, números de habitación, llaves, deseos de buenas noches y sonrisas correctas, fluía entre Isis y los clientes.  A la una el cliente de la 213 llamó para pedir que le subieran una botella de Bombay Sapphire y mucho hielo. Isis le pasó la pelota  a sus compañeros encargados del bar.  A partir de las tres, regresaban al nido los más marchosos, sonrientes, escandalosos. Cuando faltaban tan solo cinco minutos para que llegara su hora, quedaban dos llaves en el casillero de las habitaciones. 106 y 469 Isis fantaseaba sobre la que sería la elegida aquel año.

A las seis en punto traspasé, por segunda vez ese día, las puertas del hotel. Había llegado esa misma tarde y Santi, como cada año, me había tomado los datos y asignado habitación. Con mi mejor sonrisa tendí la mano hacia Isis, ella se volvió a mirar las llaves que estaban esperando en los casilleros. Sin dudarlo, cogió la correcta y me la tedió. La 469 era la mejor del hotel, con terraza privada, jacuzzy, sauna y una cama de tamaño especial. Me despedí con un guiño y acentuando mi sonrisa cargada de misterio. Ya en el ascensor  le mandé el primer Whatsap. Le confesé lo bella que la había encontrado y las ganas que tenía de verla. Había pasado un año desde la última vez. Seguíamos manteniendo nuestra cita anual.  Isis leyó el primer mensaje y su corazón comenzó a latir de una forma descontrolada. No me contestó.

Me fui desnudando mientras cruzaba el dormitorio de camino a la ducha. La lluvia helada me despejó. No necesité más de cinco minutos para estar listo. Me senté en la terraza para continuar el juego. No me había llegado respuesta. Era lo que esperaba, eso me excitaba más. Fui mandando, uno tras otro, aquellos mensajes que irían encendiendo a Isis, también a mí. Mis dedos se deslizaban por las teclas al tiempo que ella los recibía recorriendo su cuello, bajando entre sus pechos. Mis palabras entraban por sus ojos mientras mis manos  se aferraban a sus caderas, mi lengua recorría su sexo. Ella me iba respondiendo con agitada calma desde la silenciosa pantalla. Acompañando el viaje de mis manos, mi lengua y mis labios, estaban sus propias manos y dedos que recorrían su cuerpo, cada rincón, cada pliegue, cada línea de aquel mapa que tan bien conocíamos los dos. Mi sexo latía ante sus deseos lanzados desde la punta de sus dedos. Mis manos se movían rítmicamente a las órdenes de sus palabras silenciosas. Imaginarla escondida tras el mostrador, protegida por la calma de las horas y la oscuridad de la noche, gimiendo mientras exploraba su cuerpo dirigida por mí lujuria, entregada a mis órdenes, me volvía loco de deseo. Así fue pasando el tiempo que nos aproximaba a la hora de salida de Isis

El whatsap enmudeció. Miré el reloj, eran las siete. Tres minutos me sobraron para encender las velas que iluminarían nuestro escenario para el encuentro tan deseado. Cuando acabé de encender la última vela, los nudillos de Isis golpearon mi puerta. Presioné el play para hacer sonar la melodía de Lhasa de Sela. La voz, melancólica y excitante a la vez, desgranaba la letra de aquella canción que tanto nos evocaba a los dos. “De cara a la pared” nos llevó por una ciudad en llamas, en la que nos amamos con pasión. Nos condujo, casi sin respirar, por sueños de amor y sexo, bajo la luna de agosto. 

Extasiados quedamos tendidos en la cama de la terraza. Los primeros rayos de sol empezaban a cruzar el cielo. Seguíamos en silencio cuando Isis se levantó y entró en el dormitorio. Yo no sentía fuerzas para seguirla. El sonido de mi teléfono anunció la llegada de un nuevo whats. Era ella. Cinco letras para comunicar lo que nuestros labios no se atrevían a pronunciar, lo que Lhasa nos susurraba con melancolía. “Te amo”. Había llegado el momento de separarnos hasta nuestra próxima cita. Hasta entonces seguiríamos avivando el fuego de nuestra pasión desde el silencio hablando, seduciendo, amando desde la punta de nuestros dedos.

Los amantes distantes


Cuando cerró sus ventanas, llegaron las palabras soñadoras de sueños.

Qué no haría él para mantener sus versos abiertos.

 





 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

martes, 23 de julio de 2013

Estados del alma


 
Los estados del alma se alternan, mecidos  por las olas.
La risa se aprieta con las lágrimas, las derramadas y las escondidas tras el escozor de los párpados cerrados. Alegría empañada por pequeños grandes tropiezos.
La tristeza se deja abrazar, y mecida por la ilusión se adormece entre los brazos de aquel sueño que fue y...
El mar, la luna, el cielo estrellado, la libertad de ser y descubrir dónde termina la realidad, mi realidad.
¿Dónde comienza el sueño? ¿Soñamos?... Soñemos

lunes, 22 de julio de 2013

Maruja se libera


Era la hora de dar de comer a sus gatos. Maruja tenía quince felinos peludos y amorosos que vivían con ella  y su marido. La casa unifamiliar se encontraba en las afueras del pueblo. Un lugar tranquilo. Allí, en la terraza que daba a la cocina, a cubierto, habían instalado quince camitas para gato, varios artilugios para que jugasen, así como  innumerables recipientes para servirles la comida. El agua para los mininos la tenía resuelta con la pequeña fuente del jardín. Calentó el espléndido guiso en el microondas. Clinc, listo. Al abrir la puerta del horno, el aroma dulzón de la carne con verduras y arroz invadió la cocina. Hasta pensó que le apetecía probarlo. Distribuyó el manjar en los platos. Tenía que ir  apartando a los animales para que le dejaran terminar su tarea. Cuando estuvo listo el último plato, los gatos que comían en el primero ya habían terminado y se habían acomodado en la zona de descanso, al sol, para acicalarse.

            El sonido metálico del timbre de la puerta le sobresaltó ligeramente. Acompañada por las vibraciones de la llamada, llegó al zaguán. Un chico de la empresa de mensajería le saludó tras su sonrisa. Había llegado lo que le faltaba para poder terminar su trabajo. El joven, con amabilidad, le ayudó a colocar la máquina para retractilar junto al banco de la espaciosa cocina. Se quedó sola mirando el aparato. Una maravilla para envasar al vacío. Tantos años haciendo las matanzas en el pueblo y nunca había tenido una de estas máquinas. Podría haber conservado mejor todos los manjares que se obtenían de un cerdo bien alimentado.

La mañana siguiente la ocupó preparando las cajas. Primero cerró herméticamente cada una de las bolsas. Luego las fue distribuyendo cuidadosamente en las cajas, para terminar envolviendo las mismas con el papel de embalar. Los paquetes se acumulaban apilados en perfecto orden. Tardó un par de días en tenerlo todo preparado. Durante este tiempo, apenas salió de casa. Concentró sus energías en la tarea que tenía entre manos. Cuando necesitaba descansar del trabajo más pesado,  navegaba por internet, como le había enseñado su nieta,  recopilando las direcciones de los envíos.

Ya estaba todo listo. Aquella mañana, salió temprano, con su vistosa mochila repleta de cajas y colgada a su espalda. Maruja cruzó la calle sin apenas mirar a los lados. Tuvo la suerte, de no cruzarse en el camino de ningún vehículo que truncara su vida.  Sus pasos ágiles, la condujeron hasta la estación de tren. Era tan pronto, que pudo coger el primer tren que salió con dirección al pueblo que se encontraba más lejano del suyo, todavía dentro de la provincia. Maruja no se percató, nerviosa como andaba, de que Paco, aquel novio que tuvo de joven, la observaba desde el interior de su vehículo, detenido en el semáforo. Entró en la estación. Se acomodó en el primer vagón, dispuesta a descansar el tiempo que durara el trayecto. La mochila quedó en el asiento contiguo. Realmente era llamativa, pero pensó que había sido una acertada elección. Isis, su nieta, la utilizaba hacía unos años para traer sus muñecas y sus tesoros cuando venía a pasar el fin de semana con ellos. Ahora ya estaban muy mayores y venían poco a visitarles. Así, sin darse cuenta, sumida como estaba en sus pensamientos, llegó a su destino. Encontró la oficina de correos en un santiamén y realizó los envíos. Dos a Canadá, tres a Chile. Otro par a dos puntos distintos de Australia y los último cuatro paquetes que llevaba en su mochila los remitió a la extensa Rusia. Volvió a coger el tren de vuelta a casa. Había resultado fácil. Por el momento no había encontrado complicaciones. Lo que todavía le sorprendía era lo de internet, navegar, como le decía su nieta. Allí estaba todo, hasta lo más insospechado que alguien deseara saber.

Paco había decidido esperar el regreso de Maruja. Se quedó en el aparcamiento de la estación, en ese lugar en el que tenía una clara visión de la única puerta de acceso. Ya habían pasado más de tres horas desde que ella entró en el recinto. Paco no había bajado del coche por lo que tenía las piernas doloridas. La artrosis le estaba matando. Eran muchos los años que llevaba a su espalda. Recordaba cuando fue novio de Maruja. Qué jóvenes eran entonces, qué belleza tenía aquella mujer, qué luz interior fluía por cada poro de su piel. Luego, una jugarreta del destino truncó aquellos días tan felices. Miguel se cruzó en la vida de Maruja y  ella se enamoró perdidamente de aquel hombre. Nunca llegó a entender que vio ella en él. Paco intuía que Miguel  la maltrataba. No había pruebas físicas de ello, pero el maltrato psicológico era evidente. En más de una ocasión, presenció escenas que hacían que las dudas sobre ello se disiparan. Pero nadie podía ayudarla más de lo que ya lo hacía Maribel, la hija de Maruja.

Paco no podía aguantar más el dolor de sus huesos. Cuando acercó su mano, ligeramente temblorosa, a las llaves para arrancar su utilitario, la figura de Maruja emergió por la puerta de la estación. No aparentaba la edad que tenía. Ella era cuatro años más joven, por lo que estaría a punto de cumplir los setenta y ocho. Con ese pantalón y las deportivas, con la mochila de alegres flores colgando de sus hombros y aquel paso decidido, parecía mucho más joven. Paco la siguió con sigilo hasta su casa y, antes de que se marchase a descansar, ella volvió a salir. Otra vez encaminó sus pasos a la estación. Esta vez volvió un par de horas después. Esto ocurrió durante tres días consecutivos. Paco no supo que pensar sobre lo que hacía Maruja en la estacón. ¿Dónde viajaba?, ¿qué llevaba en aquella mochila tan poco apropiada para su edad?

Maruja entró en casa y dejó la mochila de cualquier manera en el suelo del recibidor. No la iba a necesitar más. Sacó una botella del vino que tanto le gustaba. Un tinto de la zona con mucho cuerpo. Preparó una sola copa y se acomodó a la mesa de la cocina, junto a la ventana que dejaba entrar esos rayos de sol que le calentaban el cuerpo. Había terminado su trabajo. Tan solo necesitó tres días para hacer todos los envíos que tenía previsto. Todo estaba saliendo como ella esperaba. Ahora se sentía cansada pero feliz y tranquila.

Dio un sorbo de vino y lo mantuvo en su boca, paladeándolo, disfrutando de la intensidad de su sabor y reteniendo en su pituitaria el aroma que desprendía. Se estremeció. En febrero cumpliría los setenta y ocho, ya hacía cincuenta y seis años que compartía su vida con Miguel. Con él cumplió sus deseos de ser madre, con él creó una familia y vio crecer a su hija Marisa. El tiempo les trajo una nieta maravillosa, Isadora, que llenó sus vidas cuando los años les empezaron a pesar.  Isis ya era una mujer independiente y vivía con su novio en Paris. Y por fin, ahora, Miguel ya no la molestaría más.

Habían sido muchos años de humillaciones, incluso en público. La menospreciaba, la anulaba y la hacía sentir una inútil. Poco a poco fue desapareciendo el amor que sintió por Miguel y se fue instalando el odio. Todo ello en silencio.

 Aquella tarde, una semana atrás, Miguel le dijo que se sentía mal, tal vez la tensión arterial, tal vez el riego sanguíneo. Él no podía saber que eran los sedantes que le habían hecho el efecto esperado. Maruja lo acompañó al baño para refrescarse y le ayudó a sentarse en el borde de la bañera. Junto con la toalla humedecida también cogió el cuchillo que tenía preparado. No le temblaron las manos. Miguel alzó el rostro con sus ojos cerrados, quedando al descubierto el punto en el que cuchillo, bien conducido, le provocaría la muerte. Cubrió el rostro de su marido con la toalla para refrescarlo y, sin dudar, alzó el arma y la hundió con la fuerza necesaria. La experiencia la guió. Debajo de la nuez, con el ángulo perfecto, el cuchillo se deslizó hacia el corazón. Miguel apenas pudo reaccionar. Un borboteo salió de su garganta, junto con la primera sangre que abandonaba su cuerpo. Con un empujón firme lo precipito al interior de la bañera, donde se golpeó en la cabeza quedando inconsciente. La sangre manaba escapando del cuerpo de aquel hombre que le había amargado la vida. El resto fue tarea fácil. Maruja, con una frialdad sorprendente, fue troceando a su marido, como tantas veces lo había hecho con los cerdos en la época de la matanza. Separó los pedazos que utilizaría para alimentar a sus gatos. Luego los cocinaría. Otros los quemaría en el huerto, junto con las ramas de la poda de los olivos y almendros. Ella quería impedir el descanso eterno de Miguel, por lo que pensaba que si repartía sus despojos, de manera que nunca se pudiesen unir y recibir cristiana sepultura, su alma  quedaría errática, sin descanso. Sería su castigo.

Así fue como preparó los pequeños paquetes envasados al vacío, como si se tratase de fiambres y carnes producto de la matanza, listas para ser conservadas largo tiempo. Buscó en internet las direcciones de los cementerios de los lugares más recónditos del mundo y los fue mandando desde varias oficinas de correos. 

Maruja se sentía libre por primera vez.

Reconoció la voz de Paco, que llegaba desde la puerta de la cocina. No debía de haber cerrado bien la puerta de la casa. Esto no la inquietó.

-Acércate  una copa para el vino. Están en el armario, sobre el fregadero.

Paco se sentó junto a ella en silencio. Maruja le sirvió vino. Luego alzó su copa incitándole a un brindis silencioso.

-Él ya no está, ¿verdad?

Maruja no respondió, no lo creía necesario. Se quedaron mirando el atardecer que entraba por la ventana, inundando de una nueva luz aquella cocina que tanto tenía que contar.

Era la hora de dar de comer a los gatos. Clinc, listo. Al abrir el microondas, el aroma dulzón inundó la cocina.

domingo, 21 de julio de 2013

Herida de muerte


Punzante escozor que se abre camino en mi pecho, profundo, sangrante, hiriente.

Asta certera que desgarra mi carne una vez más

Hurgando… hurgando…Hurgando… hurgando… hurgando… hurgando…

Juego de niños


Cuando sobran los grandes discursos, llegan las letras pequeñas como sueños.

Diminutas luciérnaga que encienden el macizo de flores invisibles en la noche.

Granos de arena que se amalgaman en castillos encalados de salitre.

Palabras temblorosas como naipes trepando hacia el cielo en torre de sueños.

viernes, 19 de julio de 2013

Aroma a jueves


 

Tip...tap...tip...tap...tip, tap... tip, tap, tip, tap, tiptap, tiptap, tiptaptip, tiptaptiptap, tiptaptiptaptip...

Por la noche llovió y sin embargo estaba feliz. Olía atierra mojada.

Luego llegó el jueves. 

Amaneció un tímido sol que amenazaba con calentar...olía a...

Por la mañana olía a calma, a brisa marina removiendo mis cabellos, a tiempo. A sueño y sueños, a fruta prohibida...  A café.

Por la tarde me llegaron aromas marinos… salitre, arena... el mar. Tropezones con conchas encontradas donde ya no quedaban caracolas. Bálsamo de tormenta sin rayos ni truenos, tampoco centellas. La fragancia del amor, de la amistad y la alegría nos acompañó por aquella playa. Qué cosquillas me hacía en la nariz el perfume de la complicidad.

Y llegó la noche con aromas de fuego, de pasión, de romance con las letras. Esencia perfumada de otras realidades que, cómo las gotas de lluvia, se deslizaban desde mis dedos

Tip...tap...tip...tap...tip, tap... tip, tap, tip, tap, tiptap, tiptap, tiptaptip, tiptaptiptap, tiptaptiptaptip...

La noche del jueves cayó una lluvia de letras, de versos y sin embargo estaba feliz. Olía a…

lunes, 8 de julio de 2013

Como el vuelo de las golondrinas

Se fue revoloteando al atardecer, en silencio, sin prisas, con elegancia, tal y como llegó diez años atrás. Me quedé sentada en el acantilado, en la misma roca en la que me besó por primera vez. Silencio rasgado por el vuelo de las golondrinas. Mis pies colgando en el vacío, en el hueco de mí alma…  ¿y si pudiera volar?

jueves, 27 de junio de 2013

Temblor


Todo estaba oscuro. Mis recuerdos bailaban en mi mente, de la mano de mis sueños y deseos cumplidos. Los no cumplidos se estaban acomodando en ese rincón de mi mente que nunca visito. En ese preciso instante en el que la muerte entró danzando para buscarme, cuando me di cuenta de lo que estaba sucediendo, fue entonces cuando mi sonrisa se congeló. Me sentí feliz, en paz, congelada bajo el alud que me había atrapado con los esquís puestos.

CONGELADA

-¡Quieta, quieta!- le ordeno la voz de rostro invisible.

Ella humedeció sus labios y en unas milésimas de segundo escuchó el click.

Fue entonces cuando su sonrisa se congeló en aquella imagen que la recordaría en su lápida.

viernes, 29 de marzo de 2013

Capitulo cuatro (fragmento)

Mientras mamá me contaba pequeños detalles de su vida en la isla llegamos a la caja y Carlo empezó a ayudarme a sacar las cosas del carro. Le encantaba ayudar y ser útil y responsable en las cosas cotidianas.
-Sabes, Magda
Carlo tiraba de mi chaqueta señalando el expositor de los chiches. Le hice un gesto afirmativo mientras intentaba centrar mi atención en lo que me decía mamá.
-Dime mamá
-Ayer mientras estábamos en nuestro paseo de los viernes, recuerdas que salgo con Enrique los viernes a mover un poco sus caballos, nos llevamos a Manolo.
Manolo era un cerdo Hampshire que le había regalado a Enrique un cliente contento al que le había llevado un caso difícil en España.  Manolo pesaba sobre los doscientos kilos de carne prieta y bien alimentada en los campos de Ibiza. Cuando Manolo llegó a casa era una monada. Un pequeño lechón con la piel ligeramente peluda combinando el color negro de sus cuartos traseros y la cabeza con un rosado más apropiado y común en este tipo de animal. La idea del cliente inglés tal vez fue que Manolo sirviera de comida navideña en esas fechas tan señaladas y próximas a aquel momento. Pero Enrique se enamoró de Manuel. Bueno Enrique y mamá se enamoraron de él.  Así Manuel fue creciendo y paseándose a sus anchas por la finca de su dueño y por las propiedades de los vecinos. En más de una ocasión, en ausencia de Enrique, mamá había recibido alguna llamada de la policía local o de algún vecino de Santa Eulália pidiendo que bajaran al pueblo a buscar al cerdo que se estaba comiendo la fruta del puesto del mercado.
-Si mamá, es lo que soléis hacer cuando Manolo quiere estirar sus patas.
-Si hija, pero esta vez el paseo acabó mal. Manolo ha muerto.
-¿Que ha pasado madre?
-Un desastre hija, casi salimos en la prensa local
Cuando la peculiar pareja ya estaban de vuelta a casa pusieron a galopar a los caballos. El sendero que conducía a las cuadras estaba siempre solitario y no suponía un peligro andar por allí a toda velocidad con un cerdo de gran tamaño corriendo a unos metros de distancia. La carretera discurre paralela a este camino separada por un guardar rail de vegetación no demasiado espesa.
-No sabemos lo que le ocurrió hija. En lugar de tomar la curva desde la que ya se ve la entrada de la parcela, Manolo siguió recto invadiendo la carretera. En ese mismo momento llegaba el coche de el alcalde, ¿recuerdas? Ese hombre tan atractivo que intentó flirtear contigo la última vez que viniste a visitarme.
-Si mamá, ese imbécil tan prepotente.
-¡Hija! –me reprendió mamá.
Introduje mi tarjeta de crédito en la ranura y esperé para teclear mi número secreto. Carlo se afanaba en colocar con escrupuloso orden la compra en las bolsas. Era como verlo jugar al tetris.
-Que disgusto hija. El coche frenó en seco, derrapó, hizo un trompo y paró quedándose en medio de la calzada en dirección contraria de la que había venido. Allí estaba Manolo plantado sobre sus patas con la respiración agitada. Se había salvado y el alcalde también.
-Menos mal, un accidente contra un animal del tamaño de Manolo a la velocidad en la que se circula en esa carretera es desastroso con seguridad. –apunté empujando el carro cargado con las bolsas de la compra hacia el ascensor. Carlo ya estaba abriendo el paquete de chicles pasando de mis gestos intentando hacerle entender que no eran horas.
-Si, podía haber tenido un desenlace fatal. Lo que ocurrió fue sorprendente. De pronto Manolo sufrió una especie de espasmo y se desplomó sobre el asfalto. Bajamos de los caballos y nos aproximamos. Alfons, el alcalde desencajado bajó de su deportivo para señalizar el lugar del incidente. Enrique no daba crédito. Parecía que Manuel había muerto.
Mamá me narró como Enrique llamó al servicio veterinario de urgencia que, como era evidente nada pudo hacer. Allí quedó el cerdo del abogado inerte, muerto. Después de esos primeros momentos de confusión y nervios Enrique se serenó. Le propuso a Gabriella que esperara un momento mientras llamaba a los payeses que le cuidaban las tierras. En unos  minutos llegaron la pareja de labriegos con el tractor, al que  cargaron con gran dificultad al animal y lo llevaron a la casa.
-Y no te imaginas lo que vamos a hacer esta noche.
Cerré el maletero con la compra dentro y me senté frente al volante con la llave en el contacto esperando a que Marco se abrochase el cinturón de seguridad. La voz de mamá subió de volumen al empezar a sonar a través del dispositivo de manos libres del coche.
-Nos vamos a comer a Manolo.
Las ventanillas de mi coche ya estaban abiertas, por lo que se escuchó esa confesión a todo volumen. La pareja que estaba a punto de subir al coche aparcado a  mi derecha quedó paralizada. La señora que estaba cargando sus bolsas en el asiento del copiloto del monovolumen que estaba junto a mi puerta dejó caer la bolsa que tenía entre manos.
-¿Qué dices mamá? – pregunté con nerviosismo mientras pulsaba con insistencia la tecla que suponía que bajaría el volumen de mi interlocutor.
-Pues lo que has oído. Enrique ha decidido que la mejor manera de despedirnos de nuestro compañero de paseos y amigo Manolo es haciendo una fiesta para todos nuestros amigos y cocinarlo.
La señora del monovolumen me miraba con los ojos abiertos como platos y su boca abierta incapaz de articular palabra. Yo no sabia que hacer. Saqué un poco la cabeza por la ventanilla para que mamá no me escuchara.
-No se asuste señora, Manolo es el cerdo del abogado –lo había liado más. La mujer se tapó la boca con la mano al escuchar mis palabras-. Un cerdo  Hampshire, es comestible, no se preocupe.
-¿Con quién hablas hija? ¿Está contigo Carlo?
-Si abuelita, estoy aquí –respondió mi hijo levantando la voz para que Gabriella lo escuchara- ¿puedo ir yo a la fiesta?, ¿habrán castillos hinchables y fuegos artificiales como la otra vez?
-Si hijo, ojala estuvieras aquí.
Arranque el coche saliendo de mi plaza de aparcamiento y dejando  a mujer estupefacta junto al monovolumen y la compra por los suelos. Carlo y Gabriella se dieron el parte de las novedades del colegio, las notas, las cosas que había aprendido, de sus novias. Mamá también le habló de un nuevo amigo, Gideon creí entender que era su nombre.
-¿Has dicho nuevo amigo mamá? –la interrogué mientras quitaba la marcha y quedaba parada en el semáforo.
-Hija, eso ya te lo cuento otro día, qua ya se me ha hecho tarde. Cuídate y dale un beso muy fuerte a Andrés. Besitos marco.
Mamá cortó la comunicación y empezó a sonar a todo volumen la música que tanto le gustaba a Carlo.