jueves, 26 de julio de 2012

METAL (EL QUINTO ELEMENTO)


            La vi salir. A la velocidad del sonido, acompañada de una pequeña llamarada. Rápida, fulminante, dejando un leve rastro de humo.

            Se conectó el mecanismo.

            Me pude ver de niña, con mamá en la piscina de verano. El sol sobre mi piel, el frescor del agua que me rodeaba cuando me lanzaba de cabeza. La soledad. Los bocadillos de Nocilla, los dibujos animados de Mazinguer Z. Los helados …mnnnn… dulces, fresquitos, deliciosos.

            La primera amiga de verdad, el primer amigo especial. Aquel primer perro, mi compañero. Tantos caminos, tantos cruces, tantos desvíos en una sola vida. La indecisión tantas veces compañera. Las decisiones con la dureza del momento. La primera vez, tantas primeras veces.

            Los primeros años en soledad. Aquel coche verde, deportivo, veloz. El primer  viaje en solitario. Girona, Cadaques, Cassà… tantos sueños rotos, tantas ideas confusas. El llanto en las largas noches, la risa compañera en otras tantas. Los otros compañeros en un vaivén de entradas y salidas.

            Mis referencias: mi madre, mis Vicentes… todos, Paco, Tomàs (per supost), Lola y algún innombrables. Mi hijo, la alegría que se queda… su papá.

            La vi venir. Con la velocidad del rayo se estrelló en mi pecho. Con un golpe certero y fulminante ese pequeño pedazo de metal paró mi corazón. Mi realidad convertida en nada. Ya no hay nada, solo el frio cajón del depósito, el calor del fuego, la oscuridad de mi urna, el agua del mar de Ibiza, el aire que me lleva a la tierra de Esvedrà. Nada.


Metal (El quinto elemento)   by Pilar Aleixandre



jueves, 19 de julio de 2012

AGUA (LOS 4 ELEMENTOS)



Ya había terminado los preparativos y estaba esperando con los pies hundidos en la orilla. El romper de las olas hacía resbalar la fina y brillante arena  bajo el peso de su cuerpo. El frescor del agua salpicaba sus piernas, sus brazos, su cara. Un respiro para el calor sofocante que se atenaza a su espalda, a sus hombros. La desierta cala que habían elegido no era conocida por los turistas, ni siquiera los payeses solían acercarse por allí dada la dificultad de acceso.

Ella llegó brazada a brazada surcando las aguas cristalinas, bordeando la sinuosa isla. Acompañada por alguna medusa, tal vez por algún pez avanzaba en su travesía hacia el destino elegido. En silencio realizaba el último esfuerzo que le aproximaba al puerto de su incertidumbre. Atracó en las arenas blancas de la playa donde él la esperaba. Al quitarse las gafas sus ojos se buscaron y cruzaron sus miradas emprendiendo otra travesía por un océano de sensaciones.

Él la recibió con un abrazo de rizo de alegres colores y quedó prendido de su cuerpo, ya despojado de la piel de neopreno. Sus rostros permanecieron escondidos en el cuello del otro, mientras el sabor salado de sus labios penetraba en la boca entreabierta de su protector. En silencio encaminaron sus pasos hacia la jaima que él había montado para recibirla y agasajarla con todo tipo de detalles y comodidades. Deliciosa fruta, bebidas frescas, música relajante y hasta una ducha portátil.

Él la seguía de cerca, desnudándola con la mirada. La toalla que cubría su cuerpo cayó al tiempo que llegaron sus manos volando con ansia para despojarla de bikini. Mientras el silencio seguía presente, la sal marina comenzó a escapar acompañada por la calma y la serenidad, huyendo de la urgencia del deseo. Un deseo que todo lo precipitaba humedeciéndoles también en sus pieles. Los dos bajo el agua de la ducha, ella desnuda, él no. La ropa mojada empezó a abandonar el cuerpo para poseerlo las manos de ella. Ambos tomaron distancia bajo las gotas de agua que no dejaban de caer, mientras sus miradas expresaban el deseo recorriendo el cuerpo del otro ávidas de piel y de sal. Los dedos inquietos jugaban con los pechos, las bocas mordían con desenfreno. En un baile ya imparable comenzaron a fusionarse en un abrazo en el que cada milímetro de sus cuerpos sentía el cuerpo del otro. Ya no había tiempo para nada más. El deseo apremiaba. No sin cierta brusquedad, él giro el cuerpo de la mujer quedando a sus espaldas. Permaneció contemplando aquel cuerpo, disfrutando de la perspectiva que lo revelaba aún más bello. El agua corría mientras el deseo no dejaba de apretar. Sus manos aferraban las caderas de mujer mientras su miembro palpitaba buscando su humedad hasta que logró alcanzarla. Se fundieron, ahora si, hasta lo más íntimo iniciando el baile que les arrastraría por una espiral de placer, de sacudidas, de pasión, de gemidos que se mezclaban con gritos y jabón y les fueron conduciendo hasta el éxtasis esperado, hasta el placer infinito.

Ambos permanecieron entrelazados bajo el correr del agua. La piel, los huesos, el alma todo unido hasta la última molécula. Ya no había prisa, sólo el agua corría.

Ella cerró los ojos y suspiró

-He caído al abismo más profundo –le susurró al oído de su amante.

AGUA (LOS 4 ELEMENTOS)    by Pilar Aleixandre

lunes, 16 de julio de 2012

AIRE (LOS 4 ELEMENTOS)



El frio metal refrescaba sus manos y el inicio de su espalda. Había llegado el momento. Con cuidado traspasó la barrera que la separaba del vacío y ya se encontraba al otro lado de la barandilla con las puntas de sus pies suspendidas sobre los cientos de metros que la alejaban de la tierra, de las piedras, de unos pocos matorrales, del vacío que se extendía por debajo de su cuerpo. Ese espacio repleto de aire, ese aire que tantas veces la asfixiaba de una forma incomprensible.

-Ni se te ocurra moverte, Ahora no –escuchó con firmeza a sus espaldas.

-¿Estás segura de querer hacerlo? -le preguntó una voz distinta a la anterior.

Ella no podía responder, sus ojos clavados al fondo del vacío, el aire imperceptible llenándolo todo. Sus manos aferradas a la barandilla, el frio subiendo por sus brazos. El aire…el aire… le faltaba el aire. La adrenalina quería empezar a fluir, ella no se lo consentiría, todavía no.

Por unos instantes el miedo se apoderó de su voluntad. Al intentar moverse un poco para retroceder, los pies perdieron la estabilidad. Sus botas de montaña no se sujetaban con demasiada eficacia al borde de la pasarela. Ahora si, la adrenalina empezó a brotar. Desde el interior de su estomago fue subiendo como una cascada de aire movido por el aleteo de un millar de mariposas. La respiración agitada, mucho más de lo que ella creía poder soportar. Las manos empezando a sentir el dolor punzante del esfuerzo por sujetarse. No estaba segura de lo que iba a hacer. Si alguien le hubiese cuestionado otra vez sobre su convencimiento se hubiera echado a llorar y hubiese desistido en su objetivo. Pero esto no ocurrió.

-Ya –susurró alguien tras ella, junto a su oído.

-No, no puedo -gritó en lo más profundo de su mente-.

Unas milésimas de segundos después sus manos se soltaron y sus piernas la impulsaron al vacío. Era lo previsto. Su cuerpo describió una parábola cruzando el aire. Sus brazos abiertos cual alas carentes de plumas cortaron el vacío que la separaba del fondo. Sus ojos cerrados, con los párpados presionando fuerte uno contra el otro. Tal vez se le escapó un grito que cortó el aire que lo envolvía todo, que la envolvía en su caída al vacío. Notaba su frescor que le golpeaba la cara empujando su cabello apartándolo del rostro.

Por fin llegó. Un ligero tifón la acabó colocando en la posición prevista. Quedó colgando boca abajo a escasos metros del suelo. Abrió los ojos para descubrir un mundo del revés. Su peso muerto permanecía izado, balanceándose como el péndulo de un inmenso reloj que no dejaba que el tiempo se parase. Surcando el aire sintiendo como silbaba en sus oídos rompiendo el silencio.

-¡Quiero volver a saltar! –gritó sonriendo.

AIRE (LOS 4 ELEMENTOS) By Pilar Aleixandre

miércoles, 11 de julio de 2012

TIERRA (LOS 4 ELEMENTOS)


Desde el fondo del templo observaba como los asistentes a la ceremonia estaban en una actitud íntima de recogimiento. Los hombres a la izquierda, las mujeres a la derecha. Los veía a todos de espaldas con sus cabezas en ligera inclinación hacia delante. Todos vestidos de riguroso negro. Todos excepto el oficiante que, ataviado con sus hábitos eclesiásticos,  conducía el acto con la letanía de su voz mientras hurgaba en el interior del corazón de los asistentes, haciéndoles brotar los sentimientos en forma de furtivas lágrimas que resbalan por sus mejillas.

Recostado contra la puerta de entrada observaba con curiosidad. Isaac, su pareja, parecía destrozado, abatido, apoyado sobre el costado de su hermana, como una marioneta con los hilos cortados, como un brote que no puede seguir adelante por la sequía que lo azota.  Isaac, su amor, el centro de su vida. Nadie de su familia asistió, nadie de los presentes tenía un vínculo de sangre que lo uniese a él. Hacía ya unos años que habían cortado el contacto, la comunicación familiar. Su padre no pudo soportar la idea de su homosexualidad y su madre, como siempre sumisa, se dejó arrastrar por el fuerte carácter de papá. Andrés hacía años que se sentía solo, sin raíces, sin familia, su familia se reducía a Isaac.

Una vez terminada la ceremonia desfilaban hacia el cementerio donde la tierra le cubriría y le acompañaría para siempre. Al final del séquito estaba ella. El lado oscuro. Anita fue su perdición, ella siempre deseó que Andrés se fijara en ella siempre quiso conseguir su amor. Años de empeño e insistencia sin querer aceptar las inclinaciones de Andrés.

Nunca pensó que su vida acabaría de esta forma tan inesperada, tan brusca. Fue una noche cualquiera en la que Andrés estaba solo en su casa. Isaac se encontraba de viaje de negocios, como otras tantas veces, y no regresaría hasta la noche siguiente. Con una escusa tonta Anita llegó, preciosa, vestida para una ocasión especial. Vestida para matar. Cuero negro sobre tacones afilados, como dos estiletes  y un delicado pañuelo de seda roja anudado a su cuello. Sin mediar palabra al entrar le empujó contra la pared del hall. Anita era fuerte y su fortaleza aumentaba cuando era presa de la excitación y el deseo, de la rabia y el odio. Aquí sus recuerdos ya se convertían en un baile de sangre y vísceras.

Andrés cambió la cabeza de lado acomodándola bajo su brazo izquierdo, que seguía en posición de jarra, quedando muy bien sujeta por su mano, sintiendo como la sangre ya formaba una costra seca alrededor del cuello cercenado por el certero corte que Anita le asestó. Cuando miró hacia arriba, descubrió que donde estuvo su corazón había ahora un vacío oscuro y silencioso.

En la boca de Anita todavía quedaba el regusto del Bloody Mary que se preparó. Nueve partes de vodka, una pizca de sal de apio y pimienta negra, seis cuidadosos chorritos de salsa Worcestershire, una cucharada de Tabasco que le daba el toque picante que tanto le gustaba, un chorrito de zumo de lima y seis partes de espuma del corazón de su amado.

Mientras la boca de Andrés se llenaba de tierra, todo a su alrededor tenía ese olor acre que se introducía en su alma y daba rienda suelta a los recuerdos.  Ese olor a tierra mojada.
TIERRA (LOS 4 ELEMENTOS)  by   Pilar Aleixandre 

lunes, 9 de julio de 2012

FUEGO (LOS 4 ELEMENTOS)


           Seguía echando agua sobre las cenizas. La presión con la que ésta salía le empujaba contra el lateral del camión. Sus escasas fuerzas parecían abandonarle mientras sentía que el calor sofocante hacía el aire casi irrespirable. Alrededor las llamas seguían gimiendo, lamiendo los tronchos que intentaban escapar hacia el cielo abierto. Los helicópteros descargaban a menos de cien metros las cestas llenas de fresca esperanza. Aquel infierno parecía que nunca iba a acabar.

De pronto la vio, junto a los árboles que había mudado su color antes verde  a un negro ceniciento, humeante. Él, sin soltar la manguera, recostándose extenuado contra el camión levantó las gafas protectoras que estaban encajadas en su rostro y se frotó los ojos. Al volver a enfocar la mirada ella todavía estaba allí.

-¡Oiga!, ¡salga de ahí! –exclamó con voz temblorosa-  ¿Cómo ha llegado usted aquí?

            Él no esperó respuesta, ya había abandonado la manguera a su suerte y con ella la seguridad del camión de bomberos. La mujer le miró por encima de su hombro y emprendió la marcha entre los troncos quemados, sin mirar atrás, desplegando su cabello rojo, rizado, que como una capa acompañaba su caminar seguro, decidido.

            -Señora, por favor, no debería seguir. Esto es muy peligroso, las llamas nos pueden alcanzar en cualquier momento

            Ricardo alzaba cada vez más la voz, temeroso de que la mujer no le pudiera escuchar ya que el rugido del fuego parecía volver a elevar su volumen. Ella no se detuvo. Casi creyó que era producto de su imaginación, de no ser porque ella le volvió a buscar por encima de su hombro y se cruzaron sus miradas. La de Ricardo asustada, cansada. La de la mujer firme, cargada de confianza, de paz.

            En aquel momento todo se precipitó. Una lengua de fuego se lanzó desde lo más alto, mientras bajaba por los árboles que ya no le podían servir de alimento, ella paró y extendiendo sus brazos le invitó a protegerse en su regazo. Ricardo no podía respirar, notaba el peso del fuego sobre sus hombros, el aire denso parecía querer hacer estallar sus pulmones. Todo estaba a punto de arder, su casco, su ropa contraincendios, sus botas, su rostro, su alma. Todo era fuego a su alrededor, no había tierra ni árboles, ni cielo. Sin pensarlo se dejó llevar y se acurrucó en los brazos de la mujer que arropada por su cabello rojo le acogió en su seno dejando que la calma se adueñara de él.

Y fue entonces cuando lo entendió, cuando todo quedó en un silencio instantáneo, cuando pudo cerrar los ojos al tiempo que alzaba su rostro buscando los labios de aquella mujer. Su labor había terminado, había alcanzado su objetivo. Seria el último fuego que apagaría.  Al sentir los labios de ella entre los suyos, abrió los ojos  y  se abandonó a aquella visión de color aguamarina, a aquel perfume dulce,  a aquel sabor de caramelo, a la suavidad de su cabello. Ahora sentía frio.

FUEGO (LOS 4 ELEMENTOS)  by Pilar Aleixandre