Anuc se
acomodó junto a su compañero. Agradecía la sombra que arrojaba el edificio y
que hacía un poco más soportable aquel calor tan asfixiante del mes de agosto.
Parecía que le costaba respirar más que otros días. Qué bien que se habían
parado a descansar. Sin perder de vista a su colega, cerró sus ojos y se puso
más cómoda.
Manel se había
sentado en la escalera de acceso a las instalaciones deportivas. No recordaba
un verano tan caluroso como aquel. Tanteó el bolsillo de su pantalón que quedaba
a la altura de su rodilla izquierda, al
desabrochar el botón rozó ligeramente el cuerpo de su compañera. Parecía que su
respiración estaba especialmente agitada. Hacía tanto calor... Si, se fumaría
un cigarrillo en aquella sombra que apenas refrescaba el sudor que cubría su
cuerpo y mantenía pegada a su espalda el tejido de algodón de su camiseta. Sus
dedos se deslizaron sobre el celofán del paquete de tabaco que estaba a la
altura de su rodilla. Tanteó para pellizcar la boquilla del cigarrillo y tirar
de él. Percibía el sonido del envoltorio amortiguado por el grueso tejido del
pantalón de montaña. A su derecha el murmullo casi imperceptible del agua que
caía de la fuente. A su izquierda, la respiración de Anuc. Se llevó el
cigarrillo a la boca. Click. Chupó con fuerza y sintió en humo que inundaba su
boca, para luego caer hasta sus pulmones. Debería dejar de fumar. Se acomodó sobre
los codos en el escalón superior y se permitió volar. En su mente seguía
sonando la voz de aquella mujer. Su timbre, su fuerza, la cadencia al hablar.
Se había sentido hechizado. Era extraño, habían cruzado unas pocas palabras
intercambiando sus nombres. Poco más. Pensó que ya no era un niño para que le
pasaran cosas así. No sabía nada de ella, pero no podía dejar de pensar en cómo
sería aquella desconocida. Lara, era su nombre. Deseaba volver a coincidir con
ella. Si, volver a charlar con Lara. Dio otra calada. Sentía que el humo le
daba fuerzas, valentía. Anuc se movió perezosa. Dejó que el humo saliera de
entre sus labios sin esfuerzo, sintiendo el aroma del tabaco rubio. Le gustaba.
No quería pensar que aquella idea fuera una locura. Por qué no podía ocurrir.
Tal vez ella era una mujer libre como él, a la que merecía la pena conocer.
No muy lejos
de allí Lara había salido del recinto en el que podía soltar a su perro. Michi
estaba cansado pero no dejaría que ella se alejase mucho en su carrera. Cada
día corrían durante una hora. A Michi le gustaba hacer ejercicio junto a su dueña.
Sabía que eran unos momentos en los que ella era feliz. Lara no había borrado
de su mente la imagen de Anuc y Manel. Un hombre de luz, que irradiaba la
alegría que a ella le faltaba.
Manel aplastó
su cigarrillo contra la suela de su zapatilla. Un ligero escozor en la punta de
sus dedos le hizo apartar la mano con brusquedad. Anuc se levantó moviendo la
colita. Hora de trabajar. Sacudió enérgicamente su cabeza y su cuerpo. Las
manos de su dueño se entretuvieron unos instantes alrededor de su cuello y sus
orejas, arrullándola con palabras amorosas. Todo en orden y a casita, pensó
Anuc. Manel sonreía de una forma especial mientras tanteaba el lomo de Anuc
buscando el arnés para sujetarlo. Encaminaron sus pasos hacia casa. Se sentía entusiasmado
con la idea que crecía en su mente, abrumado con el sentimiento que brotaba en
su interior. Por qué no, se preguntaba una y otra vez. Volvería al parque para
perros, buscaría encontrar otra vez a Lara. Charlaría con ella. Deseaba
conocerla, verla con sus manos. A lo lejos escuchó un fuerte golpe. No prestó
demasiada atención ensimismado como andaba en sus pensamientos.
Lara llegó al
paso de peatones de la calle principal. Unos metros más la separaban de una
ducha refrescante. Michi paró junto a su dueña reprimiendo las ganas de salir
corriendo hacia casa. Dos manzanas más y tendría su gran plato lleno de agua fresca.
Estaba cansado, tenía sed y sentía algo
extraño, quería salir corriendo de allí. El conductor cedió el paso a la chica
con el perro, le gustaba respetar a los peatones. Lara empezó a cruzar con
Michi pegado a sus pies. Sólo escuchó el fuerte golpe. Luego el silencio lo
envolvió todo. Fundido en negro.
Nada se podía
hacer ya cuando llegaron la policía y la ambulancia. Lara yacía sin vida sobre
un charco de sangre, su propia sangre y la de su compañero. Michi a su lado. Aquel
día no habría ducha, ni agua fresca para Michi. La conductora no vio que el
coche rojo había parado en el paso de peatones. No tuvo tiempo de soltar el móvil
para esquivar el vehículo. No frenó a tiempo. El coche salió despedido hacia
delante arrollando a Lara y su perro.
Manel llegó a
casa soñando con un nuevo encuentro. Anuc salió al balcón después de saciar su
sed y empezó a aullar desconsoladamente.