miércoles, 12 de febrero de 2014

Marcus (Cenicienta V)


Cenicienta cayó al suelo, sorprendida por el estruendo de la parada de emergencia que había realizado el tren. Mientras, yo me mezclaba entre los pasajeros que asustados se revolvían en sus asientos, adormecidos y protestando por algo tan inesperado. Nadie encontró explicación a aquella parada que no estaba prevista en el trayecto del tren.  Me acomodé en un nuevo asiento, desde allí también podría observar a la muchacha. El tren comenzó a moverse otra vez dirección a la última parada del trayecto. La última estación de aquel viaje.

Percibí desde mi refugio con vistas al paraíso, como se frotaba los ojos, se desperezaba y volvía a sentarse en su lugar. El cuaderno… se quedó mirándolo, seguía en el suelo. Cenicienta apenas parpadeaba. Parecía confusa, agitada todavía por lo inesperado, ignorante de lo que iba a ocurrir. Su cuerpo desapareció de mi punto de vista para volver a emerger con el cuaderno en la mano. Mi lápiz marcaba la primera de las páginas en las que había volcado mi esencia. Cenicienta lo sacó de su escondite, hizo un descuidado pliegue en una de las páginas y metió su cuaderno y mi lápiz en el bolso. Se levantó y con paso decidido salió del compartimento.

Me quedé aturdido, no esperaba esta reacción. Amanecía  y la claridad empezaba a despertar un cielo cubierto de pesadas nubes. Era invierno también afuera. Entonces apareció, si, apareció. Marcus estaba sentado en el asiento de mi derecha, junto a la ventanilla.

-Parece que andas un poco despistado hoy. Te has retrasado, ya deberías estar en tu casa. Veamos, ¿tienes tu agenda en el maletín?- preguntó Marcus sin esperar respuesta. Sin mirar, empezó a hurgar en el interior de mi maletín.

-No empieces Marcus, lo tengo todo controlado. Los trabajos previstos para hoy son sencillos, sin compromiso.

-Para ti todo es siempre sencillo. Luego pasa lo que pasa-  Marcus hizo un silencio estudiado, mientras buscaba en mi agenda la página correspondiente al día de hoy. Con lentitud pasaba las páginas sin apenas rozarlas… como le gustaba presumir de sus poderes.- Ya veo que tienes el día completo.

Decidí cambiar a una posición de acción, dejando el lado de la reacción para el que en ese momento se estaba definiendo como mi contrincante.

-Por cierto, ¿era preciso la parada de emergencia para subirte al tren?- le lancé mi pregunta  sin mirarle, paseando mis ojos por el pasillo del tren a la búsqueda de Cenicienta- Tu que controlas la materia y el movimiento, las mentes y las almas.

-No te pongas borde, ella no es para ti. No pretendas despistarme para ganar tiempo. Está decidido.

-No tienes argumentos para convencerme. Es más, ya he iniciado el proceso. Estoy decidido, esta vez no me vas a hacer dudar, eso no va a ocurrir. Estoy totalmente seguro de lo que quiero, de lo que siento y de lo que puedo crear con ella.

Marcus continuó hablando, era lo previsto. Apeló a mi sentido común, a la realidad de mi soledad que podía estar traicionando mis sentimientos. No podía ser cierto que yo me enamorará una vez más. Esto ya lo habíamos hablado en otras ocasiones y con sus reflexiones me había ayudado a desenmascarar al miedo, a la falta de aceptación de mi soledad que se disfrazaban de amor, de proyectos de futuro, de pasión, de para siempres, de eternidades… Qué sabría el amor de eternidades…

Me levanté y lo dejé hablando solo. Marcus estaba acostumbrado. Esta vez no había miedo, no había disfraces. No quería pensar en palabras cargadas de tópicos, difuminadas con matices que hacen que no sepamos diferenciar lo real de lo irreal.

Llegué al vagón en el que estaba la cafetería arrastrando mi vida y mi pasado. Allí estaba ella. Allí estaba su cuaderno mostrando mi verdad.

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