Seguía echando agua sobre las cenizas. La
presión con la que ésta salía le empujaba contra el lateral del camión. Sus escasas
fuerzas parecían abandonarle mientras sentía que el calor sofocante hacía el
aire casi irrespirable. Alrededor las llamas seguían gimiendo, lamiendo los
tronchos que intentaban escapar hacia el cielo abierto. Los helicópteros
descargaban a menos de cien metros las cestas llenas de fresca esperanza. Aquel
infierno parecía que nunca iba a acabar.
De pronto la vio, junto a los árboles que había
mudado su color antes verde a un negro
ceniciento, humeante. Él, sin soltar la manguera, recostándose extenuado contra
el camión levantó las gafas protectoras que estaban encajadas en su rostro y se
frotó los ojos. Al volver a enfocar la mirada ella todavía estaba allí.
-¡Oiga!, ¡salga de ahí! –exclamó con voz
temblorosa- ¿Cómo ha llegado usted aquí?
Él no esperó respuesta, ya había
abandonado la manguera a su suerte y con ella la seguridad del camión de
bomberos. La mujer le miró por encima de su hombro y emprendió la marcha entre
los troncos quemados, sin mirar atrás, desplegando su cabello rojo, rizado, que
como una capa acompañaba su caminar seguro, decidido.
-Señora, por favor, no debería
seguir. Esto es muy peligroso, las llamas nos pueden alcanzar en cualquier
momento
Ricardo alzaba cada vez más la voz,
temeroso de que la mujer no le pudiera escuchar ya que el rugido del fuego
parecía volver a elevar su volumen. Ella no se detuvo. Casi creyó que era
producto de su imaginación, de no ser porque ella le volvió a buscar por encima
de su hombro y se cruzaron sus miradas. La de Ricardo asustada, cansada. La de
la mujer firme, cargada de confianza, de paz.
En aquel momento todo se precipitó.
Una lengua de fuego se lanzó desde lo más alto, mientras bajaba por los árboles
que ya no le podían servir de alimento, ella paró y extendiendo sus brazos le
invitó a protegerse en su regazo. Ricardo no podía respirar, notaba el peso del
fuego sobre sus hombros, el aire denso parecía querer hacer estallar sus
pulmones. Todo estaba a punto de arder, su casco, su ropa contraincendios, sus
botas, su rostro, su alma. Todo era fuego a su alrededor, no había tierra ni
árboles, ni cielo. Sin pensarlo se dejó llevar y se acurrucó en los brazos de
la mujer que arropada por su cabello rojo le acogió en su seno dejando que la
calma se adueñara de él.
Y fue entonces cuando lo entendió, cuando todo
quedó en un silencio instantáneo, cuando pudo cerrar los ojos al tiempo que
alzaba su rostro buscando los labios de aquella mujer. Su labor había
terminado, había alcanzado su objetivo. Seria el último fuego que apagaría. Al sentir los labios de ella entre los suyos, abrió
los ojos y se abandonó a aquella visión de color
aguamarina, a aquel perfume dulce, a
aquel sabor de caramelo, a la suavidad de su cabello. Ahora sentía frio.
FUEGO (LOS 4 ELEMENTOS) by Pilar Aleixandre
Precioso, sensual... me encanta... gracias por compartir...
ResponderEliminarGracias a ti wapa
ResponderEliminarUn relato tan breve como intenso. Esta colina tendrá frondosos bosques. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludín
Grácies Víctor
ResponderEliminarTriste, como la realidad que transmite.
ResponderEliminarTal vez, porque no?...tal vez sea asi alguna vez,...ojala!
Me gusta como has llegado a asociar tantos sentimientos y sensaciones, dolor, amor, miedo, pasion, impetu, angustia, indecision, compromiso,vocacion, proteccion maternal y profesional...prteccion fiisica y ternra...pasion!
Asi eres tu, un todo en ebullicion y constante movimiento!!!!!!!
Todo esto es para decirte que sigas visitando tu rinconcito para seguir creando momentos unicos y hacernos participes a los que estamos cerita de ti. Me gusta!!!!
Ya te he dicho que eres un amor?????... wapa (por dentro y por fuera)
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