lunes, 30 de marzo de 2015

Caperucita Roja. I (desnuda)


Red, así la llamaban sus amigos, se despojó de su capa dejándola caer de cualquier manera en el banco del recibidor, tiró sus gafas de sol sobre la cómoda de la entrada y, bajo la atenta mirada de su gato, encaminó sus pasos hacia el baño. Empapó el algodón en el potente líquido capaz de borrar cualquier rastro de maquillaje y frotó, frotó, frotó sus cansados ojos. Cuando levanto la vista, se cruzó con la mirada emborronada por las lágrimas y el rímel. Estuvo tentada de volver a por su coraza pero no le pareció oportuno darse un baño caliente con las gafas de sol puestas.

Desvió la mirada del borrón de sus ojos a los botones de su camisa. Uno a uno fueron dejando de estar unidos a su media naranja. Ojales vacíos como almas errantes a la espera de su media naranja. Dos, tres, cuatro, seis, siete, diez… Dejó que la piel de su cuerpo erizara su desnudez al frescor del ambiente de primavera.  Era ese tiempo en el que no hacía ni frio ni calor. O mejor, hoy hacía frio, mañana calor.

Mientras terminaba de desnudarse dudó entre baño relajante o ducha. Sería un baño. Red se sentía cansada y todavía tenía grabada en su retina la imagen de Lobo frente a ella, mirándola, interrogándola sobre su felicidad. Se sentó esperando a que el agua de la bañera estuviera en su punto justo para sumergirse en ella. Terminó de desvestir su piel. Se echó a temblar. Cerró el grifo.

Un pie, uf, quemaba un poco. El esmalte oscuro de las uñas se emborrachaba de espuma. Quema, quema! -Gritó para sus adentros dejando brotar una lágrima. Sintió como el dolor físico le ayudaba a desbordar la presa de su dolor emocional. No contó hasta tres. El otro pie, las piernas, los glúteos, su vientre, sus pechos, sus brazos, sus hombros, su cuello. El rostro, el cabello. No podía respirar. Se despellejaría viva. Sacó la cabeza del agua con brusquedad buscando una bocanada de aire, húmedo.  Gato se aseaba sentado a los pies de la bañera.

Red sentía arder su cuerpo. Escocía. Escocían también las lágrimas arando sus mejillas. Le dolía ese lugar en el que dicen que se encuentra el corazón. Y Lobo seguía allí mirándola. Buscó la forma de acomodarse y se preparó para desnudarse de verdad.
Comenzó a tararear:
“Cuéntame cómo te ha ido
si has conocido la felicidad
cuéntame cómo te ha ido
si has conocido la felicidad


Te soñaba, sin cesar
y hacerte, ya lo ves
y una voz, en mi ser
repetía, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, volverá.”

Red se quedó dormida
 
 
 
 
 
 
 

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