Red, así la llamaban sus
amigos, se despojó de su capa dejándola caer de cualquier manera en el banco del
recibidor, tiró sus gafas de sol sobre la cómoda de la entrada y, bajo la
atenta mirada de su gato, encaminó sus pasos hacia el baño. Empapó el algodón
en el potente líquido capaz de borrar cualquier rastro de maquillaje y frotó,
frotó, frotó sus cansados ojos. Cuando levanto la vista, se cruzó con la mirada
emborronada por las lágrimas y el rímel. Estuvo tentada de volver a por su coraza
pero no le pareció oportuno darse un baño caliente con las gafas de sol
puestas.
Desvió la mirada del borrón
de sus ojos a los botones de su camisa. Uno a uno fueron dejando de estar
unidos a su media naranja. Ojales vacíos como almas errantes a la espera de su
media naranja. Dos, tres, cuatro, seis, siete, diez… Dejó que la piel de su
cuerpo erizara su desnudez al frescor del ambiente de primavera. Era ese tiempo en el que no hacía ni frio ni
calor. O mejor, hoy hacía frio, mañana calor.
Mientras terminaba de
desnudarse dudó entre baño relajante o ducha. Sería un baño. Red se sentía
cansada y todavía tenía grabada en su retina la imagen de Lobo frente a ella,
mirándola, interrogándola sobre su felicidad. Se sentó esperando a que el agua
de la bañera estuviera en su punto justo para sumergirse en ella. Terminó de
desvestir su piel. Se echó a temblar. Cerró el grifo.
Un pie, uf, quemaba un poco.
El esmalte oscuro de las uñas se emborrachaba de espuma. Quema, quema! -Gritó para
sus adentros dejando brotar una lágrima. Sintió como el dolor físico le ayudaba
a desbordar la presa de su dolor emocional. No contó hasta tres. El otro pie,
las piernas, los glúteos, su vientre, sus pechos, sus brazos, sus hombros, su
cuello. El rostro, el cabello. No podía respirar. Se despellejaría viva. Sacó
la cabeza del agua con brusquedad buscando una bocanada de aire, húmedo. Gato se aseaba sentado a los pies de la
bañera.
Red sentía arder su cuerpo.
Escocía. Escocían también las lágrimas arando sus mejillas. Le dolía ese lugar
en el que dicen que se encuentra el corazón. Y Lobo seguía allí mirándola. Buscó
la forma de acomodarse y se preparó para desnudarse de verdad.
Comenzó a tararear:
“Cuéntame cómo te ha ido
si has conocido la felicidad
cuéntame cómo te ha ido
si has conocido la felicidad
si has conocido la felicidad
cuéntame cómo te ha ido
si has conocido la felicidad
Te soñaba, sin cesar
y hacerte, ya lo ves
y una voz, en mi ser
repetía, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, volverá.”
y hacerte, ya lo ves
y una voz, en mi ser
repetía, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, en un nuevo día
volverá, volverá.”
Red se quedó dormida