Soledad, cuánto no se habrá
escrito de ella. Ese estado, situación, sentimiento que en tantas ocasiones nos ha acompañado. Cada día descubro algo nuevo
sobre ella. Una veces tan deseada, otras tan temida. Tan conocida-desconocida
amiga-enemiga.
Siempre llega silenciosa o se
encuentra acechando tras la puerta del corazón inmerso en procesos de sanación,
de cierre por vacaciones o de caída libre a la sima/abismo del desamor. O
también del amor, por qué no.
Ah, soledad. Unas veces tan necesaria para que la mente se vacíe del todo… de todo y
pueda comenzar ese proceso de reseteo y desfragmentación del disco duro. El sistema está en peligro, trabajando día y
noche al límite de las posibilidades físico/emocionales…. Esto no puede ser
sano.
Sssshhhhh…. Silencio…. Ssssshhhhhh…
no estoy necesariamente pensando, tan solo sintiendo… ¡Tan solo! Identificando sentimientos,
emociones, consecuencias, desastres, sorpresas… dudas… practicando el noble
arte de reconocer y no dejarme arrastrar… arrastrar… a r r a s t r a r ... a r r a s t r a r ...
Ssssshhhh… silencio… estamos mi soledad y yo en un pulso a muerte…
intentando descubrir en qué coño estamos convirtiendo nuestra vida.
De “Mi incorregible amiga Isa” (...o no...)