Todo estaba oscuro. Mis recuerdos
bailaban en mi mente, de la mano de mis sueños y deseos cumplidos. Los no
cumplidos se estaban acomodando en ese rincón de mi mente que nunca visito. En ese
preciso instante en el que la muerte entró danzando para buscarme, cuando me di
cuenta de lo que estaba sucediendo, fue entonces cuando mi sonrisa se congeló.
Me sentí feliz, en paz, congelada bajo el alud que me había atrapado con los esquís
puestos.