domingo, 7 de septiembre de 2014

Cierra tus ojos


 

Anuc se acomodó junto a su compañero. Agradecía la sombra que arrojaba el edificio y que hacía un poco más soportable aquel calor tan asfixiante del mes de agosto. Parecía que le costaba respirar más que otros días. Qué bien que se habían parado a descansar. Sin perder de vista a su colega, cerró sus ojos y se puso más cómoda.

Manel se había sentado en la escalera de acceso a las instalaciones deportivas. No recordaba un verano tan caluroso como aquel. Tanteó el bolsillo de su pantalón que quedaba a la  altura de su rodilla izquierda, al desabrochar el botón rozó ligeramente el cuerpo de su compañera. Parecía que su respiración estaba especialmente agitada. Hacía tanto calor... Si, se fumaría un cigarrillo en aquella sombra que apenas refrescaba el sudor que cubría su cuerpo y mantenía pegada a su espalda el tejido de algodón de su camiseta. Sus dedos se deslizaron sobre el celofán del paquete de tabaco que estaba a la altura de su rodilla. Tanteó para pellizcar la boquilla del cigarrillo y tirar de él. Percibía el sonido del envoltorio amortiguado por el grueso tejido del pantalón de montaña. A su derecha el murmullo casi imperceptible del agua que caía de la fuente. A su izquierda, la respiración de Anuc. Se llevó el cigarrillo a la boca. Click. Chupó con fuerza y sintió en humo que inundaba su boca, para luego caer hasta sus pulmones. Debería dejar de fumar. Se acomodó sobre los codos en el escalón superior y se permitió volar. En su mente seguía sonando la voz de aquella mujer. Su timbre, su fuerza, la cadencia al hablar. Se había sentido hechizado. Era extraño, habían cruzado unas pocas palabras intercambiando sus nombres. Poco más. Pensó que ya no era un niño para que le pasaran cosas así. No sabía nada de ella, pero no podía dejar de pensar en cómo sería aquella desconocida. Lara, era su nombre. Deseaba volver a coincidir con ella. Si, volver a charlar con Lara. Dio otra calada. Sentía que el humo le daba fuerzas, valentía. Anuc se movió perezosa. Dejó que el humo saliera de entre sus labios sin esfuerzo, sintiendo el aroma del tabaco rubio. Le gustaba. No quería pensar que aquella idea fuera una locura. Por qué no podía ocurrir. Tal vez ella era una mujer libre como él, a la que merecía la pena conocer.

 

No muy lejos de allí Lara había salido del recinto en el que podía soltar a su perro. Michi estaba cansado pero no dejaría que ella se alejase mucho en su carrera. Cada día corrían durante una hora. A Michi le gustaba hacer ejercicio junto a su dueña. Sabía que eran unos momentos en los que ella era feliz. Lara no había borrado de su mente la imagen de Anuc y Manel. Un hombre de luz, que irradiaba la alegría que a ella le faltaba.

 

Manel aplastó su cigarrillo contra la suela de su zapatilla. Un ligero escozor en la punta de sus dedos le hizo apartar la mano con brusquedad. Anuc se levantó moviendo la colita. Hora de trabajar. Sacudió enérgicamente su cabeza y su cuerpo. Las manos de su dueño se entretuvieron unos instantes alrededor de su cuello y sus orejas, arrullándola con palabras amorosas. Todo en orden y a casita, pensó Anuc. Manel sonreía de una forma especial mientras tanteaba el lomo de Anuc buscando el arnés para sujetarlo. Encaminaron sus pasos hacia casa. Se sentía entusiasmado con la idea que crecía en su mente, abrumado con el sentimiento que brotaba en su interior. Por qué no, se preguntaba una y otra vez. Volvería al parque para perros, buscaría encontrar otra vez a Lara. Charlaría con ella. Deseaba conocerla, verla con sus manos. A lo lejos escuchó un fuerte golpe. No prestó demasiada atención ensimismado como andaba en sus pensamientos.

 

Lara llegó al paso de peatones de la calle principal. Unos metros más la separaban de una ducha refrescante. Michi paró junto a su dueña reprimiendo las ganas de salir corriendo hacia casa. Dos manzanas más y tendría su gran plato lleno de agua fresca.  Estaba cansado, tenía sed y sentía algo extraño, quería salir corriendo de allí. El conductor cedió el paso a la chica con el perro, le gustaba respetar a los peatones. Lara empezó a cruzar con Michi pegado a sus pies. Sólo escuchó el fuerte golpe. Luego el silencio lo envolvió todo. Fundido en negro.

 

Nada se podía hacer ya cuando llegaron la policía y la ambulancia. Lara yacía sin vida sobre un charco de sangre, su propia sangre y la de su compañero. Michi a su lado. Aquel día no habría ducha, ni agua fresca para Michi. La conductora no vio que el coche rojo había parado en el paso de peatones. No tuvo tiempo de soltar el móvil para esquivar el vehículo. No frenó a tiempo. El coche salió despedido hacia delante arrollando a Lara y su perro.

 

Manel llegó a casa soñando con un nuevo encuentro. Anuc salió al balcón después de saciar su sed y empezó a aullar desconsoladamente.