martes, 4 de diciembre de 2012

ESOS DÍAS.

Hay días en los que sin saber porque los renglones se empiezan a torcer. Así, de repente y sin avisar, la caligrafía que ayer rayaba la perfección hoy se ha convertido en una cascada serpenteante de caracteres que apenas se reconocen como escritura. Ante cada intento desesperado por enderezar y alinear las letras una fuerza invisible se empeña en dejarlas hechas un mar de garabatos que llenan el blanco del papel sin orden ni concierto.

Llega ese momento en el que cansado de luchar sientes como el peso del bolígrafo es insoportable, sientes como las manos duelen, los brazos pesan… la mente pesa. ¿Es momento de parar?, ¿tal vez dejarse vencer por las contrariedades?, ¿sería mejor tumbarse en el sofá y contar 1000 veces 1000 antes de volverlo a intentar?

Algunas veces, mientras cojo otra vez el boli, mientras lo encajo entre mis doloridos dedos, me lamento por ser tan luchadora… ¿o debería dar gracias por ello?